
Jorge, el técnico, reflexionaba con un grupo de jóvenes deportistas antes de un encuentro complicado; estos permanecían atentos y perplejos ante los argumentos contundentes... Decía: ¿Cuál es el animal más fuerte de la selva?, ¿será el elefante, el rinoceronte o tal vez el cocodrilo? ¡Ah… el “rey de la selva”, me olvidaba de mencionarlo!, este es precisamente el más fuerte; ¿Y alguien me podría decir por qué?... Se animaron a contestar: ¡Por su ferocidad!, ¡Por su fuerza brutal!...
Continúo Jorge: No, no es acertado, el LEÓN es el animal más fuerte; porque emplea la misma fuerza al momento de cazar una cebra adulta que cuando caza un pequeño conejo. El LEÓN es el “rey de la selva”, porque su fuerza no la dosifica, la expide de manera contundente, siempre igual, jamás subestima a nadie…
El equipo al que se enfrentaban, era el “colero” del torneo – ultimo en la tabla de puntaje – y el técnico quería asegurarse de que sus equidistas se brindarán al máximo, sin subestimar al rival. Ellos tenían que ser como el león, atacar con todas sus fuerzas, sin dar tregua, ni espacio, ni respiro.
El equipo no debía funcionar bien solamente ante los grandes, sino también ante los pequeños. En cuántas oportunidades no han caído los favoritos, cuántos encuentros se han inclinado aparentemente al más débil, por este EFECTO DE LA SUBESTIMACIÓN DEL RIVAL, por mirarlo sobre el hombro, por considerarse ganador antes de haber jugado, por soberbia, por falta de objetividad u otras razones consecuentes.
Un equipo con exceso de confianza puede pasar por el apremio de perder un encuentro que aparentemente ya lo daba por ganado; porque el deporte es así, a veces imprevisible y sumamente cambiante. Todos los encuentros no son iguales, todos los rivales no son iguales y todos los momentos emocionales de los equipos, tampoco son iguales.
El león, en este caso, es el referente para aquellos que, habiendo logrado algo, sepan que el esfuerzo no es de un día, ni de una semana… es de siempre, y el grado de esfuerzo y constancia que hay que poner cada vez que se quiere lograr con éxito un objetivo debe ser equivalente y contundente.
Para el deportista y para el equipo ganador, no debiera haber diferencia entre los grandes o pequeños, este deberá salir a la competencia disfrazado de león, aplicando la misma ferocidad y energía en ganar un encuentro.
Además, cualquier persona, deportista o no, debiera estar dispuesto a sacar ese león que todos llevamos dentro, para dar caza y alcance a nuestros objetivos. Siempre vivamos un momento de reflexión y tranquilidad, tomemos un espacio, un respiro, una pausa para buscar, renovar o alimentar nuestra fuerza interna; la energía luchadora que tendremos que utilizar hoy, mañana y siempre. (SDP)