PERDEDOR DE “PICHANGA”
Jugar una “pichanga” con la única idea de despejarse y disfrutar de un rato, queda trunco cuando surge el gritón, quién se enoja y comenta el juego dentro del mismo, especialista en criticar, insultar e incluso dispuesto a pelear.
¿INDESEABLE? A veces la diversión termina cuando surge el “criticón” dueño de la verdad, cegado en su experiencia y jerarquía. Si lo encaras en el error que incomoda, no lo reconoce y se justifica en la frase “¡no me gusta perder!”; pocas veces animan y están orientados a ver los errores y defectos de otros, siendo incapaces de ver los propios.
¿QUÉ HAY DETRÁS? Quizá sea la inconformidad consigo mismo, trasladado a los demás; un sutil complejo de superioridad, sustentado en la idea que todos deben escuchar y obedecer. Un distorsionado liderazgo autoimpuesto. Son competitivos, pero intolerantes a la frustración. No se dan cuenta de la incomodidad que generan y están poco predispuestos al cambio.
¿QUÉ HACER? Expresar lo incómodo que es jugar a su lado; evidenciar sus propios errores en el momento que los cometa, comparando su actitud con la de otros compañeros; de no funcionar, separarlo mostrándole la razón o probar con una actitud parecida a la de él (“darle de su propia medicina”). El cambio no es rápido, pero se da siempre que se desee. Si se empecina en su conducta: jugar con él, siendo indiferentes a su actitud, no escuchar, ni mucho menos deber obediencia.
Si eres “un mal perdedor”, ¡cambia!, la derrota ayuda a reconocer errores y tener empeño para conseguir triunfos futuros.
Mg. Franz Rivera Mansilla