El deporte de aventura llama la atención de muchos que, en busca de diversión, sensaciones e intensidad, lo experimentan. La motivación para participar en deportes que implican serios riesgos, tales como: escalada, parapente, canotaje, paracaidismo, etc. es intrigante. Las personas dispuestas a correr riesgos parecieran estar preparadas para soportar un nivel de dolor superior al normal o al promedio de los demás, con afán de llegar a los límites de su potencial.
La anticipación mental a estímulos dolorosos que no serán severos puede reducir la experiencia de dolor y mejorar la tolerancia al mismo. Ideas de anticipación como: “no dolerá, no pasa nada, puedo soportar más, todo es seguro, todo está bien, si él puede yo también”, suelen reducir la intensidad del dolor e incrementar su umbral, mejora la confianza y genera seguridad para probar el “riesgo”. Investigaciones han puesto de manifiesto el importante papel que desempeña la necesidad de demostrar “competencia” (capacidad, valentía y aptitud) a sí mismos y a los demás. Los montañeros y escaladores enfrentan el reto de la difícil tarea, realizar con éxito acciones que otro no puede, experimentar sentimientos de autoconfianza y conocer sus propios límites.
Afrontar el estrés del riesgo y controlar el mismo puede verse como una razón más de experimentar sentimientos de “competencia”; otro motivo es la necesidad de vivir sensaciones intensas, disfrutar de “adrenalina” que engendra en sí el riesgo. Muchos manifiestan sentirse “vivos” al enfrentar el riesgo y satisfacción plena cuando lo han superado con éxito.
Siempre se debe contar con las medidas preventivas que protejan la vida e integridad; sin embargo, el vincularse solo por la intensidad de la vivencia, puede que “degenere” en busca de mayores desafíos, sin medir límites y en el peor de los casos una “adicción al riesgo”; pues se dice que “si bien sé que puedo caer yo prefiero la adrenalina de volar” (Gabriela Infante).
Mg. Franz Rivera Mansilla
Psicólogo Deportivo
@franz.riveramansilla
